Springsteen: Música de ninguna parte (Springsteen: Deliver Me from Nowhere, Estados Unidos, 2025) es un film biográfico sobre el cantante y compositor Bruce Springsteen. Está dirigido por Scott Cooper, el mismo de Loco corazón (2009) película por la que Jeff Bridges ganó el Oscar a mejor. El guión es del propio Cooper, basado en el libro de Warren Zanes Deliver Me from Nowhere: The Making of Bruce Springsteen’s Nebraska (2003). Cómo el título del libro lo indica, la película cuenta la historia de como surgió este disco disruptivo en la carrera del cantante. Irónicamente, la película, a su manera, plantea un conflicto como el de Un completo desconocido (2024) de James Mangold, donde se contaba la historia de un quiebre artístico en la carrera de Bob Dylan. Mientras que Dylan se volvía eléctrico, Springsteen acá se vuelve aquí acústico.
El género de las biografías existió siempre desde que el cine es cine, pero las centradas en los músicos populares fue creciendo poco a poco hasta llegar a un presente donde todos parecen destinados a tener su homenaje cinematográfico. Lo más ridículo, tal vez, es que estos homenajes ahora ni siquiera son póstumos, lo que vuelve muy complicado crear obras de arte completamente libres de cualquier condicionamiento. Estadísticamente, la mayoría son mediocres e irrelevantes, a excepción de la mencionada Un completo desconocido. La película de James Mangold puede ser usada para explicar que nadie está obligado a hacer una película sin gracia para conseguir premios o taquilla. Cuando uno la ve, siente que finalmente entiende a Bob Dylan, cuando uno ve Música de ninguna parte no hay nada que nos acerque más a Bruce Springsteen. De un disco tan sentido a una película tan desabrida hay un abismo, por eso es mejor evitar el género biopic si no va a servir para lograr una creación profunda.
La mayor parte de la película parece más que la historia de un artista enorme, es el relato psicológico barato de una celebridad en crisis. No hay un solo lugar común que se evite acá, ni uno solo, y como si no alcanzara el explicar todo una y otra vez, hay un segundo personaje, el manager y productor musical de Springsteen, que va a su casa y le explica a su mujer todo de nuevo. Qué alguien haya creído que esas escenas debían quedar en el montaje final es algo que nos hace perder la fe en el futuro del cine. Está bien, no exageremos, la biografía de Dylan es del año pasado.
Jeremy Allen White en el rol protagónico está fuera de toda conexión con el cantante y, tal vez para mejor, no lo podemos confundir con él ni espíritu ni por un momento. El insufrible Stephen Graham interpreta al padre de Bruce y Gaby Hoffman a la madre. El más simpático es Paul Walter Hauser, en el rol de Mike Batlan, el ingeniero de grabación del álbum Nebraska. También aparece un interés romántico para generar otros lugares comunes y recursos que hace setenta años eran innovadores y ahora no pueden usarse sin que se vean viejos, como el protagonista observando a los personajes de su propio pasado.
Hay un espacio para la cinefilia de Springsteen y lo vemos ir con su padre a ver La noche del cazador (1955) y desarrollando luego una obsesión por la película Badlands (1973) de Terrence Malick. Esta última fue una influencia para la generación del disco, así como también la escritora Flannery O’Connor. Una vez más, llega el manager y le recita un largo párrafo de un texto de esta autora, uno demasiado extenso para pertenecer a una charla coloquial. Al parecer no quisieron dejar nada sin aclarar o subrayar. Tal vez en treinta años alguien haga una biografía que valga la pena sobre Bruce Springsteen, pero por ahora, no hay nada interesante para ver. Un poco de terapia y a la película se le muere el conflicto en uno de los finales más anticlimáticos de la historia del cine contemporáneo.
Santiago Garcia
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