El 6 de marzo, unos 20 hombres armados del grupo criminal los Tiguerones acecharon las colinas de los alrededores de Guayaquil, el principal puerto y la ciudad más grande de Ecuador. Su objetivo era claro: eliminar a sus enemigos, que también eran, técnicamente, Tiguerones.
En horas de la tarde, los sicarios irrumpieron en varias viviendas y ejecutaron a sus objetivos a quemarropa. A otros los persiguieron por las calles, sembrando el caos en el sector mientras los residentes corrían en busca de refugio.
“Justo entramos [a la casa] y [escuchamos] bum bum bum”, dijo una residente, quien habló con InSight Crime bajo condición de anonimato por motivos de seguridad. “Nos pusimos a llorar… fue una cosa de terror”.
El ataque estaba dirigido a integrantes de la banda y no duró más de unos minutos, explicó el teniente coronel Herbie Guamaní. En ese momento, Guamaní era el jefe de Policía del extenso distrito noroccidental de Guayaquil que abarca Socio Vivienda, el barrio donde ocurrió la masacre.
“Ingresaron a los domicilios específicos”, agregó. “Sabían que aquí vive tal y van directo allá”.

Pero decenas de personas murieron tras el ataque, lo que convirtió a la masacre en uno de los episodios de violencia más letales en la historia reciente de Ecuador. Las cifras oficiales reportaron 22 muertos y decenas de heridos, pero el número real de víctimas se acercaba a las 40, según dijo a InSight Crime un líder comunitario de Guayaquil, quien también pidió el anonimato por seguridad.
El ataque forma parte de un alarmante aumento de los homicidios este año en Ecuador. Solo en el primer trimestre de 2025, el país registró 2.361 homicidios, un incremento de casi 40 % respecto al mismo periodo del año anterior, según cifras del Ministerio del Interior.
La masacre ofrece una mirada a los profundos cambios que atraviesa el mundo criminal en Ecuador, así como a los riesgos de que una estrategia estatal centrada en desmantelar los grandes grupos criminales podría solo estar generando más violencia.
Tigre contra tigre
Una serie de traiciones, nuevas alianzas y cambios de liderazgo derivaron en una guerra interna dentro de los Tiguerones, uno de los grupos criminales más poderosos de Ecuador.
La organización surgió gracias a los vínculos criminales de su fundador, William Joffre Alcívar Bautista, alias “Willy”, residente de Socio Vivienda. En la década de 2010, Willy trabajaba como guardia en el complejo penitenciario de Guayaquil, donde forjó alianzas con algunos de los principales criminales del país.
Socio Vivienda, por su ubicación estratégica en las afueras de Guayaquil, fue la base ideal para las operaciones de Willy. Aunque el proyecto fue concebido como una urbanización de interés social para los sectores más vulnerables de la ciudad, tuvo una ejecución y financiación deficientes. Las malas condiciones de vida y la falta de empleo desembocaron en pobreza, desempleo y servicios sociales, educativos y de salud precarios, lo que facilitó el reclutamiento de jóvenes por parte de las bandas.
La débil presencia del Estado también permitió a los Tiguerones almacenar armas y cocaína en la zona, que luego enviaban a los puertos de Guayaquil sin mayores obstáculos. El grupo también comenzó a traficar drogas, extorsionar y secuestrar.
Desde su bastión en Socio Vivienda, los Tiguerones se expandieron rápidamente en el noroeste de Guayaquil. Para 2024, controlaban cerca del 70% del distrito, según Guamaní. Su expansión se basó en el uso de la violencia y alianzas oportunistas con jefes barriales de otras bandas locales, quienes juraban lealtad a Willy, pero conservaban cierto grado de autonomía.

Grafiti asociado con los Igualitos en el sector Los Bloques de Socio Vivienda. Crédito: Gavin Voss / InSight Crime
Este modelo de expansión —que depende en gran medida de la fidelidad de franquicias locales— se asemeja a las estrategias utilizadas por grupos como los Choneros y los Lobos para extender su influencia en las calles de Ecuador.
Pero estas alianzas demostraron ser frágiles. A medida que el poder de Willy crecía, las enemistades locales comenzaron a pesar más que la identidad común de los Tiguerones.
En 2023, dos células locales —los Igualitos y los Fénix— iniciaron un conflicto luego de que un miembro de uno de los grupos robara una motocicleta del otro, según Guamaní. Al negarse a devolverla, comenzó una serie de asesinatos entre ambos bandos.
“Se odiaban a muerte. Se pusieron un límite entre ellos”, dijo Guamaní. “Si alguien se pasaba, lo mataban”.
El reemplazo de Willy
A pesar de esas tensiones, la verdadera fractura ocurrió hasta octubre de 2024, cuando Willy fue capturado en España. Su detención cortó la comunicación con el líder espiritual de los Tiguerones y abrió paso a una lucha por el poder.
Uno de sus lugartenientes, Galo Xavier Suárez Román, alias “Wichi”, asumió el mando de la facción con base en Socio Vivienda en diciembre de 2024, de acuerdo con Guamaní.

Declaración supuestamente difundida por los líderes de los Fénix en las redes sociales. Crédito: Policía de Ecuador
Los Fénix, sin embargo, se negaron a reconocer su liderazgo, alegando que seguían fieles a Willy. Esto quedó reflejado en publicaciones en redes sociales monitoreadas por la Policía, que incluía una declaración presuntamente emitida por los líderes de los Fénix.
“Aquí la verdadera firma es EMPERADOR LA DOBLE W…está privado de su libertad más no muerto!!”, dice el comunicado, que además acusa a Wichi de sembrar la división.
En respuesta, la facción de Wichi se alió con los Igualitos para cazar a los Fénix, lo que dejó decenas de muertos en zonas dominadas por estos últimos.
Acorralados, los Fénix recurrieron a nuevas alianzas oportunistas con otras facciones de los Tiguerones y con una célula local de los Choneros, según Guamaní. Revitalizados, los Fénix contraatacaron y el conflicto culminó en la masacre del 6 de marzo en Socio Vivienda.
Tras la matanza, cientos —posiblemente miles— de personas han abandonado el barrio, alertaron organizaciones comunitarias y de derechos humanos.
“Nosotros lo hemos calificado como el primer desplazamiento forzado masivo producto de la violencia en Guayaquil”, afirmó Billy Navarrete, director ejecutivo del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH) de Ecuador.

Las calles de la Socio Vivienda 2 permanecen en silencio tras la masacre. Crédito: Gavin Voss / InSight Crime
Los lazos entre los Tiguerones y los residentes de Socio Vivienda han agravado la crisis. Muchos vecinos tienen familiares o amigos en la banda, aunque ellos mismos no estén afiliados a ella.
“Es inevitable que alguien que vive en Socio Vivienda tenga un pariente o amigo vinculado a la banda”, dijo Navarrete a InSight Crime. Estos vínculos, aunque sean lejanos, hacen que muchos residentes sean vulnerables a represalias, a medida que el conflicto se intensifica.
Incluso al salir del barrio, los desplazados pueden enfrentar amenazas y violencia por parte de otras bandas por el simple hecho de ser de Socio Vivienda, lo que dificulta los esfuerzos de reubicación por parte de las organizaciones sociales.
“Aunque no seas Tiguerón, si vives en una zona de Tiguerones y eres afro, no puedes ir a un sector de las Águilas [una facción de los Choneros]. Te matan”, advirtió el líder comunitario que trabaja con personas desplazadas del sector.


Grafiti que hace referencia a los líderes locales de los Tiguerones en Socio Vivienda 2. Crédito: Gavin Voss / InSight Crime
Espiral fuera de control
Las fracturas como la de los Tiguerones en Guayaquil se están convirtiendo en una característica definitoria del crimen organizado en Ecuador. Basadas más en la conveniencia que en la lealtad, muchas células cambian de bando e identidad constantemente, según las transformaciones de poder en la cúpula criminal.
“Cada vez llegan bandas nuevas o se cambia de nombre o hay más fracciones y cada una es peor que la otra”, dijo el líder comunitario.
Otras regiones atraviesan crisis similares. En Durán, un municipio contiguo a Guayaquil, los homicidios se dispararon luego de la muerte y captura de dos líderes de los Chone Killers, lo que desató una sangrienta guerra interna. En El Oro, provincia fronteriza con Perú, una célula disidente de los Lobos se fortaleció en 2024, provocando atentados y masacres al enfrentarse con otras facciones del mismo grupo.
Para el líder comunitario, masacres como la de Socio Vivienda podrían repetirse en cualquier momento en otros barrios de Guayaquil.
“Esto va a ir escalando”, advirtió.
La premonición podría cumplirse. El presidente Daniel Noboa, reelegido para su primer mandato completo en abril, ha mantenido su estrategia de seguridad militarizada, destacando las capturas de líderes de alto nivel y las incautaciones récord de drogas como pruebas de su eficacia.

La policía se alinea para las órdenes matutinas en el noroeste de Guayaquil. Crédito: Steven Dudley / InSight Crime
Pero, en medio del aumento de homicidios, extorsiones y secuestros, Noboa aún no ha presentado un plan integral de seguridad. Esto es especialmente evidente en Socio Vivienda.
“No hay ni siquiera un interés en crear por lo menos un plan piloto en Socio Vivienda”, dijo el líder comunitario. “Si el Estado no demuestra que es un Estado robusto, si los servicios no llegan a la comunidad y sigue el abandono, la violencia se va a incrementar”.
El gobierno tampoco ha logrado frenar las luchas internas que estallan tras la captura de líderes criminales. Al mismo tiempo, los costos humanitarios de la militarización —desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, torturas y otros abusos— siguen en aumento.
Esto quedó en evidencia tras la masacre de Socio Vivienda. Noboa ofreció un indulto presidencial anticipado a las fuerzas de seguridad desplegadas en el noroeste de Guayaquil, mientras la Policía detenía a decenas de presuntos miembros de bandas involucrados en el ataque.
Pero estas medidas no han logrado restablecer la paz en el barrio ni en otras zonas. Muchos líderes de las facciones de los Tiguerones siguen prófugos, y la posible extradición de Willy desde España podría agravar aún más la situación.
“¿Cómo es que causan tal masacre y ellos no han respondido? Supuestamente han firmado la paz, pero yo no lo creo”, dijo el jefe de Policía a InSight Crime.
Y en las ahora tranquilas calles de Socio Vivienda, una calma tensa está cargada de miedo.
“Los niños no quieren ir a la escuela. Están asustado”, dijo la residente. “Con cualquier ruido cerramos bien las puertas y nos escondemos”.

*Reportaje adicional de Steven Dudley y Alina Manrique.
Con información de www.insightcrime.org
19 May 2025