Tocar un sombrero de paja toquilla es acariciar Manabí, sentirla. Es que no solo su calidad mundialmente conocida y comercializada nos evoca a nuestra amada provincia, es su mismo origen, del que hablaremos aquí y ahora. Con sabiduría y sentimientos extremos, el poeta Horacio Hidrovo Velásquez escribía “Si fuera fácil regresar, escalar de nuevo la montaña, quitar el polvo a los recuerdos, limpiar las hojas secas de otoño. Tantos años que nos bañamos en los manantiales de la aurora…”, es la admiración por el tiempo, la vida y, si Dios existe, la bendición palpitante de haber creado Manabí y su legado en el infinito universo.
Enganchémonos ahora a la historia. Destaca el Ministerio de Turismo y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, que el origen de tejido del sombrero de paja toquilla se localiza en la provincia de Manabí. En 1630, Don Domingo Choéz fue pionero conjugando esta materia prima, que se cultiva en su mayor parte en la actual provincia de Santa Elena, con la forma de sombreros españoles. Mano a mano, los tejedores de Montecristi y Jipijapa se especializaron en la elaboración de sombreros bajo el modelo europeo. En el siglo XIX, esta actividad artesanal atrajo el interés del Austro ecuatoriano, habitantes de las provincias del Azuay y Cañar se sumaron al protagonismo de lo que se conoció económicamente como el “boom toquillero”.
Llueve historia determinando que el auge exportador de sombreros generó una etapa de bonanza económica sin precedente. Por ejemplo, “en 1854 la exportación de sombreros de paja toquilla superó al cacao; hacia 1863 se exportó desde el Puerto de Guayaquil 500.000 sombreros. Europa y Estados Unidos empezaron a demandar este producto que fue promocionado en la exposición Mundial de París en 1855. La construcción del Canal de Panamá generó una gran demanda de este producto utilizado inicialmente por los obreros de protegerse del sol; luego, importantes figuras políticas y del espectáculo, empezaron a usar los sombreros de paja toquilla, convirtiéndose en un accesorio de moda muy apetecido”, destaca Turismo.
El tiempo pasó con el viento a su favor, las revoluciones industriales vinieron y las manos de cientos de hombres y mujeres fueron sustituidas por maquinas. El comercio del sombrero de paja toquilla hecho artesanalmente, decayó. Pero Ecuador es resistencia, así como la tradición del tejido de paja toquilla que se conserva y se transmite de generación en generación, entre los habitantes de las localidades manabitas de Picoazá (como la señora Margarita), en Pacoche, El Aromo, Montecristi, San Bartolo, Las Pampas, Valencia, Nueva Esperanza, Las Palmas, Los Bajos, Los Anegados, La Solita, Pile, Guayabal, La Pila, Calceta, Santa Marianita, Cerro Copetón, La Sequita, Pepa de Huso, en la provincia de Manabí. En la provincia de Santa Elena: Dos Mangas, Febres Cordero, Barcelona. En la provincia de Cañar: Luis Cordero, Nazar, Solano, Zhud, Déleg, Azogues, Uishil, En la provincia del Azuay: Sidcay, Molleturo, Luis Cordero, Checa, San Joaquín, Cuchil, Tarqui, Tullupamba, Bella Vista, San Fernando, Pucará, Santa Isabel, El Pan, Oña, La Unión, Ricaurte. ¿Cuántas vidas podrá vivir?
Hay un detalle no menor que abordar y que vale rescatar. El “Tejido tradicional del sombrero de paja toquilla ecuatoriano” fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, desde el 5 de diciembre de 2012. Este reconocimiento se unió a las declaratorias que dicho organismo internacional ya había concedido al país: Quito, Patrimonio Cultural de la Humanidad (1978); las Islas Galápagos, Patrimonio Natural de la Humanidad (1979); el parque Nacional Sangay, Patrimonio Natural de la Humanidad (1983); Cuenca, Patrimonio Cultural de la Humanidad (1999); y el Patrimonio Oral y las manifestaciones culturales del pueblo Zápara, proclamada obra maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial (2001) e incluida en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2008.
Dentro de todo lo importante que tienen las autoridades locales y nacionales, es imperioso que emprendan programas para visibilizar el significado y función sociocultural de esta tradición artesanal que se expresa en un conjunto de conocimientos, prácticas y técnicas tradicionales, no solo con un enfoque conservacionista de la artesanía como un objeto, sino como una marca del país que muchos aún soñamos, reivindicando a sus productores con acceso a crédito blando o flexible, conexiones con mercados internacionales, asistencia y capacitación en educación financiera y nuevas metodologías de comercio, principalmente el electrónico.
Amar Manabí y Ecuador no es decirlo, es hacerlo. Es amar lo que somos y somos también el tejido tradicional del sombrero de paja toquilla.
Néstor Romero Mendoza
Director www.vibramanabi.com