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Disciplina antes que éxito, el diccionario no se equivoca
Por: Erick Lasso - @klassasesores
Publicado en 17/09/2025 10:27
PENSAR

 Al final, no es el destino el que define quiénes somos, sino el camino que elegimos recorrer. Y ese camino empieza cada día, en silencio, cuando decidimos hacer lo correcto, aunque nadie esté mirando. Esa es la verdadera victoria: ser dueños de nosotros mismos.

 

Desde que tengo memoria, recuerdo escuchar a mis abuelos repetir una frase con la que crecí y que, con los años, he llegado a entender en toda su dimensión: “El éxito solo aparece antes que el trabajo en el diccionario”. Algunos añadían también la palabra sacrificio, como queriendo dejar claro que nada verdaderamente valioso se logra sin esfuerzo. Pero había otra enseñanza, más profunda y decisiva, que no se cansaban de recordarme: “La disciplina está antes que el éxito”. Y esta no era solo una cuestión de orden alfabético, sino una lección de vida: no se alcanza ningún logro duradero sin disciplina.

El éxito no es un accidente ni una chispa de suerte. Es el resultado de una preparación constante y bien enfocada. Aristóteles decía que la virtud es un hábito, no una acción aislada. En otras palabras, no basta con actuar bien de vez en cuando; lo importante es hacerlo una y otra vez hasta que se convierta en parte de nosotros. Sin disciplina, incluso los sueños más grandes se vuelven frágiles. Peter Drucker, padre de la administración moderna, lo expresó con claridad: “Los planes solo son buenas intenciones, a menos que se conviertan en trabajo duro”. Pero ese trabajo no se sostiene sin la fuerza que da la autodisciplina, sin esa voz interna que nos mantiene firmes cuando la motivación se desvanece.

A menudo se confunde el sacrificio con sufrimiento o castigo, cuando en realidad se trata de posponer gratificaciones inmediatas para lograr algo más grande. Sacrificar no es perder, es elegir con sabiduría. En el mundo empresarial, el sacrificio es levantarse temprano cada día para buscar oportunidades, crear alianzas, encontrar soluciones y, como dice el dicho popular, “salir a buscarla”. En la vida personal, implica dejar de lado distracciones y comodidades para alcanzar metas que trasciendan. Nietzsche lo resumió de manera magistral: “Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”. Cuando existe un propósito claro, los sacrificios dejan de ser cargas y se convierten en pasos hacia adelante.

En la empresa, en la sociedad o en la vida individual, la disciplina y el trabajo son los motores que generan progreso. Max Weber, en su célebre análisis sobre la ética y el espíritu del capitalismo, demostró cómo las comunidades que cultivaron la autodisciplina lograron desarrollarse de forma sostenible. Esa lección sigue vigente: el crecimiento no depende de la suerte ni de improvisaciones, sino de hábitos colectivos que valoran el esfuerzo y la responsabilidad. Sin ellos, incluso el talento más prometedor se desperdicia.

Esta idea no es exclusiva del mundo corporativo. Un estudiante que se esfuerza por graduarse, un atleta que se prepara para una competencia o una familia que trabaja por salir adelante, comparten la misma realidad: el éxito llega como consecuencia de pequeñas acciones repetidas cada día. Séneca lo expresó de forma sencilla y poderosa: “La suerte es lo que ocurre cuando la preparación se encuentra con la oportunidad”. Esa preparación no es otra cosa que disciplina.

Nuestros mayores tenían razón. El diccionario no se equivoca: la disciplina viene antes que el éxito. Y esta metáfora encierra una verdad que no caduca. Para lograr nuestras metas, personales, profesionales o colectivas, necesitamos orden, constancia y la disposición de sacrificar lo superficial para alcanzar lo esencial. El éxito no se persigue, se construye. Y se construye con la suma de nuestro trabajo, nuestra disciplina y nuestras decisiones diarias.

Porque, al final, no es el destino el que define quiénes somos, sino el camino que elegimos recorrer. Y ese camino empieza cada día, en silencio, cuando decidimos hacer lo correcto, aunque nadie esté mirando. Esa es la verdadera victoria: ser dueños de nosotros mismos antes de aspirar a cualquier triunfo externo.

 

Erick Lasso

Ingeniero en Administración de Empresas y Máster en Gestión Estratégica y Alta Dirección

Gerente General de KLASS ASESORES

Columnista www.vibramanabi.com

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