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Una de las llaves del éxito: trabajar en equipo
Por: Erick Lasso - @klassasesores
Publicado en 29/09/2025 08:22
PENSAR

 Un equipo de ventas no puede improvisar su camino. Necesita planificación, metas claras y una constante lectura de resultados. Las estadísticas no son números fríos, son brújulas que muestran en qué terreno se avanza con firmeza y en qué aspectos hay que corregir el rumbo.

 

Formar un equipo de ventas no significa juntar personas con habilidades comerciales y esperar resultados. Significa construir una fuerza colectiva capaz de reconocerse a sí misma como un engranaje mayor, donde cada pieza importa, donde cada logro individual solo cobra sentido si se enlaza con el de los demás. En ventas, como en la vida, nadie crece en solitario, y la primera motivación de quien lidera este proceso debe ser que cada miembro comprenda que representa algo más grande que él mismo.

Un equipo de ventas sólido se forja con entrenamiento, no solo en técnicas de cierre, sino en la formación de carácter, en el desarrollo de habilidades blandas y en la capacidad de escuchar y comprender al cliente. Porque vender no es empujar un producto, es abrir un espacio de confianza donde la palabra, el tono de voz y hasta la pausa bien colocada pueden marcar la diferencia. La preparación, la disciplina y la capacitación constante son la base sobre la cual se erige esa confianza.

Pero el esfuerzo no se queda en el terreno humano. Hoy, los equipos que triunfan son aquellos que dominan la información. Una base de datos ordenada, una memoria de preferencias de consumo y un seguimiento detallado de las interacciones con cada cliente son más poderosos que cualquier discurso improvisado. Porque quien no conoce a su cliente no tiene más que palabras vacías, palabras vacías que no llegarán a obtener ningún resultado dentro del objeto y del objetivo de una venta. Sin embargo, quien se ha tomado el tiempo de ir más allá de los datos generales que constan en un registro, quien se dedica a humanizar al cliente y entenderlo en sus detalles, obtiene las palabras más precisas y coherentes, esas que se convierten en una ventaja competitiva. El seguimiento constante es clave: una vez que el cliente forma parte de la base de datos de un ejecutivo, comienza el trabajo de fidelización. Y fidelizar significa ofrecer nuevas soluciones, mantener un diálogo cercano que lo haga sentirse parte de una comunidad, fomentar una relación comercial honesta que no invada la vida personal, pero que sí demuestre buena fe y predisposición para atenderlo siempre. El cliente, a su vez, buscará ganar: obtener beneficios adicionales, una acreditación, o una mejora anticipada en el producto o servicio que adquiere. Reconocer esa búsqueda y acompañarla con inteligencia es parte del arte de la venta.

La competencia tampoco se ignora. Estudiarla es un deber, y hacerlo con disciplina convierte al equipo en un ejército preparado. Saber por qué una marca supera a otra, entender las cifras del mercado, leer las estadísticas y traducirlas en estrategias prácticas permite que el discurso de ventas sea más que entusiasmo: se vuelve autoridad. El cliente no solo escucha a un vendedor, escucha a alguien que sabe de lo que habla y que transmite seguridad.

Los canales de distribución son otro escenario clave. El mercado moderno y el tradicional, el autoservicio, los industriales y la logística, cada uno exige estrategias diferenciadas. En los pisos de venta, el trade marketing y las dinámicas propias del mercadeo generan un terreno más competitivo, pero también más fértil en ganancias y posicionamiento. Allí es donde el conocimiento profundo del producto, el asesoramiento preciso y la capacidad de consulta se convierten en herramientas indispensables para llegar a la necesidad puntual del cliente.

Un equipo de ventas no puede improvisar su camino. Necesita planificación, metas claras y una constante lectura de resultados. Las estadísticas no son números fríos, son brújulas que muestran en qué terreno se avanza con firmeza y en qué aspectos hay que corregir el rumbo. La retroalimentación entre compañeros fortalece vínculos y construye una mentalidad de mejora continua que va más allá de la presión de una cuota mensual.

Al final, la venta se gana en la palabra, pero se sostiene en la preparación. El discurso, el famoso speech, no nace de la nada: se construye sobre el conocimiento del cliente, el dominio del mercado, la seguridad de las cifras y la fuerza de un equipo que entiende que no compite entre sí, sino que se complementa. Ese es el momento en que el equipo deja de vender productos para vender confianza, y en que la fuerza de ventas se convierte en la verdadera fuerza de la empresa.

  

Erick Lasso

Ingeniero en Administración de Empresas y Máster en Gestión Estratégica y Alta Dirección

Gerente General de KLASS ASESORES

Columnista www.vibramanabi.com

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